lunes, 4 de abril de 2011

01 - Una infancia como cualquier otra

Me llamo Jeremy Halaway, por absurdo que parezca al escuchar mi nombre nací y me crié en Mahlazem, en la ciudad de Farí. Lo primero que heredé de mi padre, natal de la costa oeste de Darheim, es mi primer apellido y por suerte para mi el nombre de Jeremy en lugar de Jalabah como quería mi madre, de ella mi segundo apellido, Caizabad. Lo segundo que heredé de ambos fue la profunda devoción que siento por la Mesa redonda. Para el que no lo sepa, aunque para no saberlo deberías de proceder de otro mundo o ser un ermitaño que nació y se crió lejos de toda civilización, la mesa es el organismo de gobierno de nuestro mundo, Arcadia, que nos dirige y vela por nuestra seguridad desde hace aproximadamente 800 años.
Mis padres se graduaron en la Gran escuela y ahora trabajan para ellos, mi padre es miembro de las Naciones unidas y mi madre una figura muy destacada en el UCS (Unidad de control de sueños).
Mi infancia fue como la de cualquier niño cuyos padres tienen cargos de ese nivel, tuve una vida cómoda, asistí a un buen colegio, hice mis amigos y labré mis propias aficiones, aunque no puedo decir que mi devoción por la esgrima no haya estado enormemente influida por mi madre. He de admitir que nunca acabé de acostumbrarme al clima desértico de Mahlazem, pero aún así mi infancia fue como la de casi cualquier otro, hasta que esa parte de mi vida llegó a su fin el día que, a mis doce años, al llegar a casa, una mujer de aproximadamente cincuenta, de moreno pelo largo y ojos marrones, tomaba un té con mis padres en nuestro salón.
-Jeremy cariño- mi madre se levantó, se acercó a mi y me rodeó con el brazo -esta es Amatullah Dhariktar, es un vieja conocida de tu padre y mía.
-Bien vale ¿y?- pensé para mi mismo mientras asentía con la cabeza
-Encantada de conocerte Jeremy- recuerdo lo primero que pensé cuando se levantó y me tendió la mano, era mucho mas alta de lo que me había parecido en un principio -tus padres me han hablado de ti muchas veces
-Encantado de conocerla- le dije mientras estrechaba su mano -¿He hecho algo malo?
-No- la mujer sonrió -Verás, soy profesora en la Gran escuela de Mahlazem. Nuestros ojeadores han determinado que tienes un gran talento y que deberías empezar a estudiar con nosotros, así que el director Urbaal me ha mandado a hacerte la oferta.
-Entiendo- contesté mientras ella se volvía a sentar en el sofá
-Sé que es una decisión muy difícil- continuó hablando -trae consigo muchas responsabilidades y un enorme abanico de posibilidades, todas ellas con un futuro brillante, yo misma tardé mucho en decidirme en mi époc...
-Ok estoy dentro- corté el discurso de la mujer porque, seamos sinceros ¿quién no quiere unirse a la escuela en donde estudian los mejores, donde se aprenden cosas que los demás ciudadanos solo pueden soñar con vérselas hacer a un miembro de la mesa?
-Chico decidido- volvió a sonreír -bien, informaré a administración para que empiecen con tu matrícula. Nos vemos después del verano en la escuela- La mujer apuró el té, se levantó y tras charlar un rato con mis padres en el umbral de la puerta se fue.
Yo sabía en aquel momento que mi camino había comenzado, que si todo salía bien acabaría formando parte de la mesa, y fue en entonces cuando me autoconvencí, no quería ser otro más, quería destacar entre la elite, ser alguien a quien los demás recordasen. Con ese objetivo en mente el verano pasó lento, muy lento, contaba los días hasta su final, y aunque la espera fue difícil de soportar, finalmente llegó mi primer día.
-Bien- pensé mientras atravesaba las dunas que conformaban el campus y me acercaba al enorme palacete de piedra blanca con motivos dorados -aquí vamos-